jueves, 4 de abril de 2013

Temas varios de Idioma Español


Mitología

La mitología es un conjunto de mitos relativamente cohesionados: relatos que forman parte de una determinada religión o cultura. También se le denomina mito a los discursos, narraciones o expresiones culturales de origen sagrado, y que posteriormente fueron secularizados y tratados como discursos relativos a una cultura, a una época o a una serie de creencias de carácter imaginario.
Los mitos son relatos basados en la tradición y en la leyenda creada para explicar el universo, el origen del mundo, los fenómenos naturales y cualquier cosa para la que no haya una explicación simple. Sin embargo, no todos los mitos tienen por qué tener este propósito explicativo. Igualmente, la mayoría de los mitos están relacionados con una fuerza natural o deidad, pero muchos son simplemente historias y leyendas que se han ido transmitiendo oralmente de generación en generación.

Naturaleza

La naturaleza o natura, en su sentido más amplio, es equivalente al mundo natural, universo físico, mundo material o universo material. El término "naturaleza" hace referencia a los fenómenos del mundo físico, y también a la vida en general. Por lo general no incluye los objetos artificiales ni la intervención humana, a menos que se la califique de manera que haga referencia a ello, por ejemplo con expresiones como "naturaleza humana" o "la totalidad de la naturaleza". La naturaleza también se encuentra diferenciada de lo sobrenatural. Se extiende desde el mundo subatómico al galáctico.
La palabra "naturaleza" proviene de la palabra germánica naturist, que significa "el curso de los animales, carácter natural."1 Natura es la traducción latina de la palabra griega physis (φύσις), que en su significado original hacía referencia a la forma innata en la que crecen espontáneamente plantas y animales. El concepto de naturaleza como un todo —el universo físico— es un concepto más reciente que adquirió un uso cada vez más amplio con el desarrollo del método científico moderno en los últimos siglos.2 3
Dentro de los diversos usos actuales de esta palabra, "naturaleza" puede hacer referencia al dominio general de diversos tipos de seres vivos, como plantas y animales, y en algunos casos a los procesos asociados con objetos inanimados - la forma en que existen los diversos tipos particulares de cosas y sus espontáneos cambios, así como el tiempo atmosférico, la geología de la Tierra y la materia y energía que poseen todos estos entes. A menudo se considera que significa "entorno natural": animales salvajes, rocas, bosques, playas, y en general todas las cosas que no han sido alteradas sustancialmente por el ser humano, o que persisten a pesar de la intervención humana. Este concepto más tradicional de las cosas naturales implica una distinción entre lo natural y lo artificial (entendido esto último como algo hecho por una mente o una conciencia humana).


Amor

El amor es un concepto universal relativo a la afinidad entre seres, definido de diversas formas según las diferentes ideologías y puntos de vista (artístico, científico, filosófico, religioso). De manera habitual, y fundamentalmente en Occidente, se interpreta como un sentimiento relacionado con el afecto y el apego, y resultante y productor de una serie de actitudes, emociones y experiencias. En el contexto filosófico, el amor es una virtud que representa todo el afecto, la bondad y la compasión del ser humano. También puede describirse como acciones dirigidas hacia otros y basadas en la compasión, o bien como acciones dirigidas hacia otros (o hacia uno mismo) y basadas en el afecto.1
En español, la palabra amor (del latín, amor, -ōris) abarca una gran cantidad de sentimientos diferentes, desde el deseo pasional y de intimidad del amor romántico hasta la proximidad emocional asexual del amor familiar y el amor platónico,2 y hasta la profunda devoción o unidad del amor religioso.3 En este último terreno, trasciende del sentimiento y pasa a considerarse la manifestación de un estado del alma o de la mente, identificada en algunas religiones con Dios mismo o con la fuerza que mantiene unido eluniverso.
Las emociones asociadas al amor pueden ser extremadamente poderosas, llegando con frecuencia a ser irresistibles. El amor en sus diversas formas actúa como importante facilitador de las relaciones interpersonales y, debido a su importancia psicológica central, es uno de los temas más frecuentes en las artes creativas (cine, literatura, música).
Desde el punto de vista de la ciencia, lo que conocemos como amor parece ser un estado evolucionado del primitivo instinto de supervivencia, que mantenía a los seres humanos unidos y heroicos ante las amenazas y facilitaba la continuación de la especie mediante la reproducción.4
La diversidad de usos y significados y la complejidad de los sentimientos que abarca hacen que el amor sea especialmente difícil de definir de un modo consistente, aunque, básicamente, el amor es interpretado de dos formas: bajo una concepción altruista, basada en la compasión y la colaboración, y bajo otraegoísta, basada en el interés individual y la rivalidad. El egoísmo suele estar relacionado con el cuerpo y el mundo material; el altruismo, con el alma y el mundo espiritual. Ambos son, según la ciencia actual, expresiones de procesos cerebrales que la evolución proporcionó al ser humano; la idea del alma, o de algo parecido al alma, probablemente apareció hace entre un millón y varios cientos de miles de años.5
A menudo, sucede que individuos, grupos humanos o empresas disfrazan su comportamiento egoísta de altruismo; es lo que conocemos comohipocresía, y encontramos numerosos ejemplos de dicho comportamiento en la publicidad. Recíprocamente, también puede ocurrir que, en un ambiente egoísta, un comportamiento altruista se disfrace de egoísmo: Oskar Schindler proporcionó un buen ejemplo.
A lo largo de la historia se han expresado, incluso en culturas sin ningún contacto conocido entre ellas, conceptos que, con algunas variaciones, incluyen la dualidad esencial del ser humano: lo femenino y lo masculino, el bien y el mal, el yin y el yang, el ápeiron de Anaximandro.


Historia

La historia es la ciencia que tiene como objeto de estudio el pasado de la humanidad y como método el propio de las ciencias sociales.1 Se denomina también historia al periodo histórico que transcurre desde la aparición de la escritura hasta la actualidad.
Más allá de las acepciones propias de la ciencia histórica, historia en el lenguaje usual es la narraciónde cualquier suceso, incluso de sucesos imaginarios y de mentiras;2 3 sea su propósito el engaño, elplacer estético o cualquier otro (ficción histórica). Por el contrario, el propósito de la ciencia histórica es la fijación fiel de los hechos e interpretarlos ateniéndose a criterios de objetividad; aunque la posibilidad de cumplimiento de tales propósitos y el grado en que sea posible son en sí mismos objetos de debate.
En medicina se utiliza el concepto de historia clínica para el registro de datos sanitarios significativos de un paciente, que se remontan hasta su nacimiento o incluso a su herencia genética.
A su vez, llamamos historia al pasado mismo, e, incluso, puede hablarse de una historia natural en que la humanidad no estaba presente (término clásico ya en desuso, que se utilizaba para referirse no sólo a la geología y la paleontología sino también a muchas otras ciencias naturales; las fronteras entre el campo al que se refiere este término y el de la prehistoria y la arqueología son imprecisas, a través de la paleoantropología).
Ese uso del término historia lo hace equivalente a cambio en el tiempo.4 En ese sentido se contrapone al concepto de filosofía, equivalente a esencia o permanencia (lo que permite hablar de una filosofía natural en textos clásicos y en la actualidad, sobre todo en medios académicos anglosajones, como equivalente a la física). Para cualquier campo del conocimiento, se puede tener una perspectiva histórica -el cambio- o bien filosófica -su esencia-. De hecho, puede hacerse eso para la historia misma (véase tiempo histórico) y para el tiempo mismo (véase Historia del tiempo de Stephen Hawking, libro de divulgación sobre cosmología).









El mundo caballeresco

La caballería medieval fue una institución militar, política, económica y social de gran importancia.
El arma de caballería se dio en todas las civilizaciones desde la Edad Antigua, en la Antigua Roma existía la clase social de los equites ("caballeros"), y entre los pueblos germánicos se daban denominaciones genéricas equivalentes a las de armar caballero y velar armas para referirse a la ceremonia de investir de armas a los jóvenes guerreros. Pero, al contrario que esos precedentes, el concepto medieval de caballero es de creación eclesiástica, tiene como función ideológica elevar a la nobleza a la altura del ideal cristiano (miles Christi o "caballero cristiano"), y no aparece hasta el siglo XI.1
El caballero (designado en la época con la palabra francesa chevalier o la latina milites) era un guerrero a caballo de la cristiandad latina (la Europa occidental medieval, que se había definido en torno al Imperio carolingio) que servía al rey o a otro señor feudal como contrapartida por la tenencia de un dominio territorial o por dinero (como tropa mercenaria, lo que en las ciudades italianas denominaban condottiero). La participación de los caballeros en las Cruzadas originó la creación, en Tierra Santa, de las denominadas órdenes militares; y posteriormente, en Europa, de las denominadas órdenes de caballería.
La trayectoria vital de un caballero era, por lo general, la de un hombre de noble cuna que, habiendo servido en su primera juventud como paje y escudero, era luego ceremonialmente ascendido por sus superiores al rango de caballero. Durante la ceremonia el aspirante solía prestar juramento de ser valiente, leal y cortés, así como proteger a los indefensos; lo que se denominaba el código de caballería. Convertido en ideal caballeresco(el del "caballero andante"), fue un importante componente de la ideología justificativa de la función de la nobleza en la sociedad estamental, y se expresó en la denominada literatura caballeresca (cantares de gesta, poesía trovadoresca, romancero, materia de Francia, materia de Bretaña, materia de Roma, libros de caballerías, novela caballeresca) y en todo tipo de obras de arte.










El sentimiento religioso

Hablamos de sentimiento religioso, porque lo religioso como vivencia se produce en el ámbito humano, y aunque esta vivencia cuando se produce abarca e involucra al hombre en todos sus aspectos, es en el elemento emocional y afectivo donde se manifiesta lo que llamamos fenómeno o experiencia religiosa. En este sentido, el estado consciente de estar religado, vinculado y en permanente relación no solamente con el mundo visible (o más bien manifiesto) si no con algo más allá que lo trasciende, puede llevar al hombre a razonar, a pensar y reflexionar sobre estas vivencias, pero sin duda será a través de los elementos emocionales y afectivos como se podrá encontrar y establecer nuestra verdadera naturaleza religiosa, donde surgirá la visión integradora que le dará sentido y explicación a la creación en su totalidad, es decir tanto en sus aspectos visibles y manifiestos como en aquellos que creemos invisibles.
A nuestro sentir esa vivencia o experiencia religiosa es un fenómeno como dijimos que se produce en el ámbito humano, es decir que su manifestación o “revelación” se instaura en la psique humana que es donde pueden integrarse los arquetipos universales con la consciencia individual de cada uno de nosotros. Al contrario de Freud, quien tenía una visión negativa y patológica del fenómeno religioso como una proyección paranoica en el mundo exterior, como un mecanismo inconsciente que proyecta en el mundo externo el deseo de eternidad y trascendencia, frente a la finitud y los temores que esta falta genera en el sujeto, la psicología analítica, tiene una gran consideración por la religión, considerada como expresión y formulación de arquetipos, y reconoce la importancia de los ritos religiosos, que permitirían a todos, independientemente de sus propias capacidades, vivir ciertos arquetipos.
Para Jung, la experiencia religiosa es de naturaleza psíquica, una hierofanía, dentro de la psique, de arquetipos y de potencias externas al Yo consciente pero intrapsíquicas. En el libro Psicología y religión, de 1940, considera la fe en la existencia real de seres espirituales sólo como proyección al exterior de potencias interiores de naturaleza meramente psicológica: "... no se puede ni siquiera sostener una doctrina de la deidad en el sentido de una existencia no psicológica" (lo cual a nuestro sentir no se opone a los dogmas religiosos que religan a la creación del mundo con la consciencia interior del hombre). En otras palabras, el ser humano es también creación, forma parte irrevocable de la misma, por lo que contiene en su conformación psíquica (y también biológica) todos los elementos de la potencia creadora y sus energías. Llegar a esa visión, integrar en la consciencia esta revelación, hará surgir en todo su esplendor lo que llamamos sentimiento religioso.
Queremos recalcar nuestro sentir, cuando decimos que la aseveración del maestro Jung cuando establece que el fenómeno o experiencia religiosa es de naturaleza estrictamente psicológica, no se contrapone a los grandes dogmas de la religión, antes por el contrario, es el elemento anímico y por ende el alma quien aporta los espacios en donde se produce el fenómeno religioso, es el alma quien se conecta y quien resuena con las energías primordiales y creadoras (a su vez “el alma universal”), es en el alma donde se produce la transmutación que conduce a la espiritualización del ser humano y es en el alma donde se encuentran los arquetipos universales de la creación… Cuando el maestro Jung nos habla de existencia de la divinidad como una emanación de nuestras potencias psíquicas más internas, no lo hace negando su existencia, si no revistiendo la existencia real de este ente superior de naturaleza psíquica… a fin de cuentas el ser humano es también una emanación del alma universal y la trasciende a través de su alma.
Pero hablando de los aspectos biológicos y estrictamente físicos del ser humano y los avances de la ciencia, vemos con asombro los últimos descubrimientos de la ciencia genética cuando propone que la creencia de un ser superior está dictada por unos genes específicos de nuestra cadena genética. Dean H. Hamer genetista estadounidense en su libro "El Gen de Dios: Como la Fe está conectada dentro nuestros genes" afirma que la espiritualidad forma parte de la naturaleza humana, hecho confirmado de manera constante y asombrosa por patrones de química cerebral comunes en gente espiritual, y que son regulados por un gen denominado VMAT2. En otras palabras Dios está en nuestros genes, y por ende nuestra búsqueda de trascendencia y espiritualidad está contenida en nuestro código genético. Es asombrosa entonces la evocación de Teilhard de Chardin cuando en su libro El fenómeno humano habla de la sacralidad de la materia, de cómo el alma es el elemento subjetivo de nuestra sagrada carnalidad.

Lo Sagrado y lo Profano
En general el hombre llama sobrenatural, a todo aquello que no tiene explicación perceptible a través de los sentidos físicos o llamados biológicos (vista, tacto, oído, olfato y gusto) pero que si puede ser presentido, intuido o vislumbrado por otros mecanismos de percepción eminentemente psíquicos. Aunque el Maestro Mircea Elíade para explicar la religiosidad, parte de la confrontación entre lo sagrado y lo profano, nosotros (sin contradecir al Maestro) lo ponemos de la siguiente manera. Elíade al utilizar una metodología científica para estudiar el fenómeno religioso, necesita partir de lo definido, de lo definible, de la definición para establecer que lo religioso es aquello que se le contrapone: “Todas las definiciones del fenómeno religioso dadas hasta ahora presentan un rasgo común: cada definición opone, a su manera, lo sagrado y la vida religiosa a lo profano y la vida secular.” Cosa que por otro lado y a su parecer se complica pues es muy difícil establecer una línea divisoria (especialmente en el hombre antiguo, en donde todo, o casi todo era sagrado) entre lo sagrado y lo profano.
Aunque es una audacia de mi parte, yo siento que la sacralidad o la profanidad de los objetos o de ciertas experiencias, la aporta el ser humano: es el cómo percibimos y nos relacionamos con la realidad universal lo que reviste a la vivencia de percibirla como sagrada o profana. De manera común, todo aquello que es percibido por los sentidos físicos (lo visible o manifiesto) constituirá una vivencia que el hombre ha venido llamando como realidad natural, tangible, verificable, material. En cambio toda experiencia con las realidades que no rebasan, en donde esté involucrada lo sustancia psíquica e incluso para-psicológica del ser humano, será llamada sobrenatural. Creo fielmente que lo sagrado, (sea un objeto, un lugar, un hombre consagrado, un rito o un símbolo) es aquello que es vivido y experimentado a través no solo de los sentidos llamados físicos, si no también donde están involucrados los mecanismos de percepción de orden como dijimos emocionales, intuitivos, afectivos o llamados paranormales. Es todo aquello que podemos percibir más allá de nuestra limitada realidad física-espacio-temporal.
Como hemos dicho, la experiencia religiosa y por ende lo sagrado, es un fenómeno que se produce en el ámbito psíquico del ser humano, su existencia es una existencia puramente psíquica o intrapsíquica como decía el Maestro Jung, o dicho de otra manera, esa otra realidad que nos rebasa, que nos abarca, es una realidad intangible a los sentidos físicos, pues es una realidad que pertenece a un orden y a una inteligencia que solo puede ser percibida por aquella sustancia humana que participa y resuena con su verdadera naturaleza: el alma. Cuando se integra en la consciencia esta visión que nos religa a la realidad total o universal, todos los actos serán sagrados, pues respetará la armonía implícita en dicha vinculación. Por el contrario cuando se rompe ese equilibrio por exceso de ego y una visión muy parcial de una parte de la realidad (la física, la más inmediata) constituirá una experiencia profana, que no tendrá en cuenta la totalidad, si no la parcialidad. Es pues el alma conformada del ser humano, el alma trasmutada, la psique integrada a través del proceso de individuación, quien marcará la pauta entre lo sagrado y lo profano.


Las Hierofanías
Religión (religio) del latín religare o atar, vincular, unir… Cicerón aclaraba que más que religare, religio venía del verbo latino religere que significa el cuidado, la observación y la vigilancia extrema que se hace de los rituales extraordinarios que ejecuta el ser humano para significar eventos importantes de la vida no como una vivencia unilateral del hombre, si no como una dinámica vivencial que involucra la realidad en su totalidad: los sacrificios, los bautizos (o rituales de agua o de fuego), los rituales de entrada y salida de las estaciones, la celebración de los nacimientos y los ritos funerarios.
Como no somos amigos de las definiciones, hablaremos más bien de nuestro sentir personal y en especial sobre lo que llamamos sentimiento religioso. Haciendo una crónica sensible de nuestra propia experiencia, podríamos decir que el sentimiento religioso surge de las certezas inamovibles que nos producen una revelación o una manifestación de una realidad que nos trasciende como seres existentes… vale decir de aquello que trasciende nuestra vida en su contexto universal o cósmico y en sus extremos conocidos y de inmediata precepción como lo son el nacimiento y la muerte.
Este sentimiento, que encierra nuestro asombro por la certeza que nos produce la revelación de ser parte integrada de un todo, de que ese todo es una realidad que no es solamente nuestra realidad individual y que pareciera ser fugaz por tener un inicio y un fin manifiesto con nuestra muerte (la realidad inmediata del hombre es asimilada a su vida), es a su vez expresado por nosotros como seres humanos, de múltiples maneras a pesar de que lo que se quiere expresar en principio es único e inalterable para todos los humanos.
El nacimiento y la muerte pues, así como el transcurso mismo de la vida que se encuentra contenida en estos extremos conocidos, marcarán una certeza inicial de que hay algo antes del inicio de nuestra propia existencia con el nacimiento y en consecuencia hay algo que persiste aún después de que esa existencia se termina (por lo menos en términos biológicos). Lo anterior es sin duda una certeza, por demás verificable de manera perceptible, pues cuando un ser humano nace, lo hace en un mundo preexistente y al morir observamos como ese mismo mundo persiste y se mantiene a pesar de la salida individual del ser humano que ha muerto.
Esta verdad, esta certeza es pues universalmente y unívocamente percibida, mas sin embargo, el sentimiento que ello produce (el sentimiento religioso en este caso) no es sentido ni manifestado externamente de la misma manera por las diferentes culturas humanas que han existido a través del tiempo. Cada cultura celebra los nacimientos de manera diferente, al igual que ocurre con los rituales funerarios con que se celebra la muerte, los ritos agrarios, estacionales, matrimoniales, de purificación o de iniciación en los misterios de la creación.
Las verdades esenciales, universales e inamovibles (y porqué no los arquetipos universales que se encuentran en el inconsciente?) que nos han sido reveladas y que nos religan a un todo mayor es lo que llamamos el aspecto Esotérico de la religión. Estos aspectos son asombrosamente comunes en toda explicación de orden religioso o sobrenatural del mundo y del hombre. Sin embargo hemos visto que el sentimiento religioso se expresa de múltiples maneras por el hombre y en este sentido podemos encontrar mucha variedad en la visión reveladora o la manifestación de esa realidad total que nos trasciende y que podemos llamar divinidad. Estas manifestaciones constituyen el aspecto exotérico de las religiones y que el Maestro Mircea Elíade llamó Hierofanías, o modalidades de lo sagrado.
Las Epifanías
Si el ser humano expresa el sentimiento religioso de múltiples maneras (las modalidades de lo sagrado), es decir la parte exotérica de la religión a través de la Hierofanías, cuando es la divinidad, el Ser, el Creador, la energía primordial, o como lo queramos llamar, quien se manifiesta al hombre, estamos hablando de las Epifanías. Es aquella realidad total y universal que se hace manifiesta de manera revelada y extraordinaria al hombre. Aquí cabría una perfecta similitud con los postulados Junguianos, en cuanto a que los arquetipos universales del inconsciente colectivo, se integran en la consciencia del hombre para que en todo caso este, a través del proceso de individuación, y una dinámica de trascendencia, se sepa formando parte del todo. Así como Jung concebía al fenómeno religioso como una Hierofanía de naturaleza psíquica, el resultado de la integración de esos arquetipos universales del inconsciente colectivo en la consciencia individual del hombre, es a su vez lo que yo llamaría una Epifanía de orden psíquico.
Ya no será pues el hombre quien a través de rituales y ceremonias exteriorizara su versión de la religiosidad. Será aquello trascendente y universal, La Divinidad, quien se le manifestará de manera intensa. Desde la propia presencia sobrecogedora de la naturaleza y del cosmos para el hombre primitivo, el Nirvana de Buda, Los ángeles del antiguo testamento, Moises en el monte Sinaí y la zarza ardiente, los profetas, las visiones sagradas, las anunciaciones, la encarnación, el nacimiento y el bautismo de Jesús, y la revelación que le hace el arcángel Gabriel a Mahoma se ha mantenido una constante dinámica de manifestación y revelación de aquello que está más allá de nuestra realidad visible o inmediata del mundo. Se trata en este caso de una experiencia directa con lo inefable a través ya no de la acción unilateral del hombre, si no de la manifestación directa, de la presencia inequívoca de esa realidad total a través de la revelación a seres escogidos (chamanes, profetas, vírgenes y hombres sagrados).
El Maná y la Simbología Religiosa
Maná (hebreo:מן), según el libro del Éxodo, era el alimento enviado por Dios todos los días durante la estadía del pueblo de Israel en el desierto. Todos los días menos el sábado, por lo cual debían recolectar doble ración el viernes. También se encuentran referencias en midrashes judíos que el maná tenía el sabor y la apariencia de aquello que uno más deseaba. El maná también se menciona brevemente en el Corán, en las azoras al-Baqara, al-Araf, y Ta ha, mencionando la fuente divina del maná como uno de los milagros con los cuales Dios favoreció a los israelitas…
Existe en casi toda explicación religiosa de la relación del hombre y el universo creado, un elemento conectivo, una fuerza vinculadora que se conforma por la presencia de esas mismas energías primordiales en el ser humano. De manera muy especial, esta visión de la fuerza que vincula a todo lo creado a través de las emanaciones de lo creante, se encuentra en las expresiones religiosas asiáticas y polinesias. La palabra Mana (curiosamente de origen melanesio) se encuentra en casi todas las escrituras sagradas, casi con la misma significación e incluso con la misma pronunciación fonética. El acto grandioso de la creación cósmica no ha sido posible más que por el Mana de la Divinidad. El Mana es para los melanesios una fuerza misteriosa y activa que posee la divinidad o el principio creador del universo, pero que también poseen algunos hombres. La noción de que algunos hombres son los elegidos, los ungidos por poseer el mana divino, aparece de manera asombrosa en casi todas las religiones.
Hemos partido de este símbolo que religa lo visible con lo invisible, lo creado con lo creante, pues ilustra la universalidad arquetípica de los símbolos religiosos. Si comparamos la parte inalterable de las religiones (su aspecto esotérico) veremos cómo existe una resonancia arquetípica en toda la simbología que las contiene. Desde la piedra sagrada, el árbol de luz, lo nacido de las aguas, la gran Diosa, los Mitos Solares, los ritos agrarios y estacionales, la sacralidad vegetal y el Eterno Retorno, están repetidos en su simbología en todas las descripciones de la experiencia religiosa del ser humano. El simbolismo de las religiones es bastante similar entre sí: el acto de la creación en siete etapas, la luz y las tinieblas, el caos y la forma, la lucha entre el bien y el mal, la serpiente, el diluvio universal, la concepción en estado virginal, la resurrección y el renacimiento, son comunes a muchas religiones.
Diríamos incluso para satisfacción del Maestro Jung, que la simbología religiosa está unida de manera por demás asombrosa a los arquetipos comunes del inconsciente colectivo. La vivencia religiosa está en todo caso plena de fenómenos simbólicos de expresión del inconsciente colectivo universal como culminación y respuesta real y verdadera a la necesidad humana de búsqueda, de encuentro, de sentido y trascendencia.