Mitología
La mitología es un conjunto de mitos relativamente cohesionados: relatos que forman parte de una determinada religión o cultura.
También se le denomina mito a los discursos, narraciones o expresiones culturales de origen
sagrado, y que posteriormente fueron secularizados y tratados como discursos
relativos a una cultura, a una época o a una serie de creencias de carácter
imaginario.
Los mitos son relatos basados en la tradición y en la leyenda creada para explicar el universo, el
origen del mundo, los fenómenos naturales y cualquier cosa para la que no haya
una explicación simple. Sin embargo, no todos los mitos tienen por qué tener
este propósito explicativo. Igualmente, la mayoría de los mitos están
relacionados con una fuerza natural o deidad, pero
muchos son simplemente historias y leyendas que se han ido transmitiendo
oralmente de generación en generación.
Naturaleza
La naturaleza o natura,
en su sentido más amplio, es equivalente al mundo
natural, universo físico, mundo material o universo
material. El término "naturaleza" hace referencia a los fenómenos del mundo físico,
y también a la vida en general. Por lo general no incluye
los objetos artificiales ni la intervención humana, a menos que se la califique
de manera que haga referencia a ello, por ejemplo con expresiones como
"naturaleza humana" o "la totalidad de la naturaleza". La
naturaleza también se encuentra diferenciada de lo sobrenatural.
Se extiende desde el mundo subatómico al galáctico.
La
palabra "naturaleza" proviene de la palabra germánica naturist, que significa
"el curso de los animales, carácter natural."1 Natura es la traducción latina de la palabra
griega physis (φύσις), que en su significado
original hacía referencia a la forma innata en la que crecen espontáneamente plantas y animales. El
concepto de naturaleza como un todo —el universo físico— es un concepto más reciente
que adquirió un uso cada vez más amplio con el desarrollo del método científico moderno en los últimos siglos.2 3
Dentro
de los diversos usos actuales de esta palabra, "naturaleza" puede
hacer referencia al dominio general de diversos tipos de seres vivos, como
plantas y animales, y en algunos casos a los procesos asociados con objetos
inanimados - la forma en que existen los diversos tipos particulares de cosas y
sus espontáneos cambios, así como el tiempo atmosférico, la geología de la Tierra y la materia y energía que poseen todos estos entes. A menudo
se considera que significa "entorno natural": animales salvajes,
rocas, bosques, playas, y en general todas las cosas que no han sido alteradas
sustancialmente por el ser humano, o que persisten a pesar de la intervención humana.
Este concepto más tradicional de las cosas naturales implica una distinción
entre lo natural y lo artificial (entendido esto último como algo hecho por una mente o una conciencia humana).
Amor
El amor es un concepto universal relativo a la afinidad entre seres, definido de diversas
formas según las diferentes ideologías y puntos de vista (artístico, científico, filosófico, religioso).
De manera habitual, y fundamentalmente en Occidente,
se interpreta como un sentimiento relacionado con el afecto y el apego, y resultante y
productor de una serie de actitudes, emociones y experiencias.
En el contexto filosófico, el amor es una virtud que representa todo el afecto,
la bondad y la compasión del ser humano.
También puede describirse como acciones dirigidas hacia otros y basadas en la
compasión, o bien como acciones dirigidas hacia otros (o hacia uno mismo) y
basadas en el afecto.1
En español,
la palabra amor (del latín, amor, -ōris) abarca una gran
cantidad de sentimientos diferentes, desde el deseo pasional y de intimidad del amor
romántico hasta la
proximidad emocional asexual del amor familiar y el amor
platónico,2 y hasta la profunda devoción o unidad del
amor religioso.3 En este último terreno, trasciende del sentimiento y pasa a considerarse la manifestación
de un estado del alma o de la mente,
identificada en algunas religiones con Dios mismo o con la fuerza que mantiene
unido eluniverso.
Las emociones
asociadas al amor pueden ser extremadamente poderosas, llegando con frecuencia
a ser irresistibles. El amor en sus diversas formas actúa como importante
facilitador de las relaciones interpersonales y, debido a su importancia
psicológica central, es uno de los temas más frecuentes en las artes creativas
(cine, literatura, música).
Desde
el punto de vista de la ciencia,
lo que conocemos como amor parece ser un estado evolucionado del primitivo
instinto de supervivencia, que mantenía a los seres humanos unidos y heroicos ante las amenazas y facilitaba la
continuación de la especie mediante
la reproducción.4
La
diversidad de usos y significados y la complejidad de los sentimientos que
abarca hacen que el amor sea especialmente difícil de definir de un modo
consistente, aunque, básicamente, el amor es interpretado de dos formas: bajo
una concepción altruista,
basada en la compasión y la colaboración, y bajo otraegoísta, basada en el interés individual y la
rivalidad. El egoísmo suele estar relacionado con el cuerpo y el mundo
material; el altruismo, con el alma y el mundo espiritual. Ambos son, según la
ciencia actual, expresiones de procesos cerebrales que la evolución proporcionó al ser
humano; la idea del alma, o de algo parecido al alma, probablemente apareció
hace entre un millón y varios cientos de miles de años.5
A
menudo, sucede que individuos, grupos humanos o empresas disfrazan su
comportamiento egoísta de altruismo; es lo que conocemos comohipocresía,
y encontramos numerosos ejemplos de dicho comportamiento en la publicidad.
Recíprocamente, también puede ocurrir que, en un ambiente egoísta, un comportamiento
altruista se disfrace de egoísmo: Oskar
Schindler proporcionó
un buen ejemplo.
A lo
largo de la historia se han expresado, incluso en culturas sin ningún contacto
conocido entre ellas, conceptos que, con algunas variaciones, incluyen la
dualidad esencial del ser humano: lo femenino y lo masculino, el bien y el mal, el yin y el
yang, el ápeiron de Anaximandro.
Historia
La historia es la ciencia que tiene como objeto de estudio el pasado de la humanidad y como método el propio de las ciencias
sociales.1 Se denomina también historia al periodo histórico que transcurre
desde la aparición de la escritura hasta la actualidad.
Más allá de las acepciones propias de la ciencia
histórica, historia en el lenguaje usual es la narraciónde
cualquier suceso,
incluso de sucesos imaginarios y de mentiras;2 3 sea su propósito el engaño,
elplacer estético o cualquier otro (ficción histórica). Por el contrario, el
propósito de la ciencia histórica es la fijación fiel de los hechos e interpretarlos ateniéndose a criterios de objetividad;
aunque la posibilidad de cumplimiento de tales propósitos y el grado en que sea
posible son en sí mismos objetos de debate.
En medicina se utiliza el concepto de historia clínica para el registro de datos sanitarios
significativos de un paciente, que se remontan hasta su nacimiento o incluso a
su herencia genética.
A su vez, llamamos historia al pasado mismo, e, incluso, puede
hablarse de una historia
natural en que la
humanidad no estaba presente (término clásico ya en desuso, que se utilizaba
para referirse no sólo a la geología y la paleontología sino también a muchas otras ciencias naturales; las fronteras entre el campo
al que se refiere este término y el de la prehistoria y la arqueología son imprecisas, a través de la paleoantropología).
Ese uso del término historia lo hace equivalente a cambio en el tiempo.4 En ese sentido se contrapone al
concepto de filosofía,
equivalente a esencia o permanencia (lo que permite hablar
de una filosofía natural en textos clásicos y en la
actualidad, sobre todo en medios académicos anglosajones, como equivalente a la física).
Para cualquier campo del conocimiento, se puede tener una perspectiva histórica
-el cambio- o bien filosófica -su esencia-. De hecho, puede hacerse eso para la
historia misma (véase tiempo histórico) y para el tiempo mismo (véase Historia del tiempo de Stephen
Hawking, libro de divulgación sobre cosmología).
El
mundo caballeresco
La caballería
medieval fue una institución militar, política, económica y social
de gran importancia.
El arma de caballería se dio en todas las civilizaciones
desde la Edad Antigua,
en la Antigua Roma existía la clase social de los equites ("caballeros"),
y entre los pueblos germánicos se daban denominaciones genéricas
equivalentes a las de armar
caballero y velar armas para referirse a la ceremonia de investir de armas a los jóvenes guerreros.
Pero, al contrario que esos precedentes, el concepto medieval de caballero es de creación eclesiástica,
tiene como función ideológica elevar a la nobleza a la altura del ideal cristiano (miles Christi o "caballero cristiano"), y
no aparece hasta el siglo XI.1
El caballero (designado en la época con la palabra francesa chevalier o la latina milites) era un guerrero a caballo de la cristiandad latina (la Europa
occidental medieval, que
se había definido en torno al Imperio carolingio) que servía al rey o a otro señor feudal como contrapartida por la tenencia de
un dominio territorial o por dinero (como tropa mercenaria,
lo que en las ciudades italianas denominaban condottiero).
La participación de los caballeros en las Cruzadas originó la creación, en Tierra Santa,
de las denominadas órdenes militares; y posteriormente, en Europa,
de las denominadas órdenes de caballería.
La trayectoria vital de un caballero era, por lo
general, la de un hombre de noble cuna que, habiendo servido en su
primera juventud como paje y escudero,
era luego ceremonialmente ascendido por sus superiores al rango de caballero.
Durante la ceremonia el aspirante solía prestar juramento de ser valiente, leal y cortés, así
como proteger a los indefensos; lo que se denominaba el código de caballería.
Convertido en ideal caballeresco(el del "caballero
andante"), fue un importante componente de la ideología justificativa de la función de la nobleza en la sociedad estamental, y se expresó en la
denominada literatura caballeresca (cantares de
gesta, poesía trovadoresca, romancero, materia de Francia, materia de Bretaña, materia de
Roma, libros de caballerías, novela caballeresca) y en todo tipo de obras de arte.
El
sentimiento religioso
Hablamos de sentimiento religioso,
porque lo religioso como vivencia se produce en el ámbito humano, y aunque esta
vivencia cuando se produce abarca e involucra al hombre en todos sus aspectos,
es en el elemento emocional y afectivo donde se manifiesta lo que llamamos
fenómeno o experiencia religiosa. En este sentido, el estado consciente de
estar religado, vinculado y en permanente relación no solamente con el mundo
visible (o más bien manifiesto) si no con algo más allá que lo trasciende,
puede llevar al hombre a razonar, a pensar y reflexionar sobre estas vivencias,
pero sin duda será a través de los elementos emocionales y afectivos como se
podrá encontrar y establecer nuestra verdadera naturaleza religiosa, donde
surgirá la visión integradora que le dará sentido y explicación a la creación
en su totalidad, es decir tanto en sus aspectos visibles y manifiestos como en
aquellos que creemos invisibles.
A nuestro sentir esa vivencia o
experiencia religiosa es un fenómeno como dijimos que se produce en el ámbito
humano, es decir que su manifestación o “revelación” se instaura en la psique
humana que es donde pueden integrarse los arquetipos universales con la
consciencia individual de cada uno de nosotros. Al contrario de Freud, quien
tenía una visión negativa y patológica del fenómeno religioso como una
proyección paranoica en el mundo exterior, como un mecanismo inconsciente que
proyecta en el mundo externo el deseo de eternidad y trascendencia, frente a la
finitud y los temores que esta falta genera en el sujeto, la psicología
analítica, tiene una gran consideración por la religión, considerada como
expresión y formulación de arquetipos, y reconoce la importancia de los ritos
religiosos, que permitirían a todos, independientemente de sus propias
capacidades, vivir ciertos arquetipos.
Para Jung, la experiencia religiosa es
de naturaleza psíquica, una hierofanía, dentro de la psique, de arquetipos y de
potencias externas al Yo consciente pero intrapsíquicas. En el libro Psicología
y religión, de 1940, considera la fe en la existencia real de seres
espirituales sólo como proyección al exterior de potencias interiores de
naturaleza meramente psicológica: "... no se puede ni siquiera sostener
una doctrina de la deidad en el sentido de una existencia no psicológica"
(lo cual a nuestro sentir no se opone a los dogmas religiosos que religan a la
creación del mundo con la consciencia interior del hombre). En otras palabras,
el ser humano es también creación, forma parte irrevocable de la misma, por lo
que contiene en su conformación psíquica (y también biológica) todos los
elementos de la potencia creadora y sus energías. Llegar a esa visión, integrar
en la consciencia esta revelación, hará surgir en todo su esplendor lo que
llamamos sentimiento religioso.
Queremos recalcar nuestro sentir,
cuando decimos que la aseveración del maestro Jung cuando establece que el
fenómeno o experiencia religiosa es de naturaleza estrictamente psicológica, no
se contrapone a los grandes dogmas de la religión, antes por el contrario, es
el elemento anímico y por ende el alma quien aporta los espacios en donde se
produce el fenómeno religioso, es el alma quien se conecta y quien resuena con
las energías primordiales y creadoras (a su vez “el alma universal”), es en el
alma donde se produce la transmutación que conduce a la espiritualización del
ser humano y es en el alma donde se encuentran los arquetipos universales de la
creación… Cuando el maestro Jung nos habla de existencia de la divinidad como
una emanación de nuestras potencias psíquicas más internas, no lo hace negando
su existencia, si no revistiendo la existencia real de este ente superior de
naturaleza psíquica… a fin de cuentas el ser humano es también una emanación
del alma universal y la trasciende a través de su alma.
Pero hablando de los aspectos
biológicos y estrictamente físicos del ser humano y los avances de la ciencia,
vemos con asombro los últimos descubrimientos de la ciencia genética cuando
propone que la creencia de un ser superior está dictada por unos genes
específicos de nuestra cadena genética. Dean H. Hamer genetista estadounidense
en su libro "El Gen de Dios: Como la
Fe está conectada dentro nuestros genes" afirma que la
espiritualidad forma parte de la naturaleza humana, hecho confirmado de manera
constante y asombrosa por patrones de química cerebral comunes en gente
espiritual, y que son regulados por un gen denominado VMAT2. En otras palabras
Dios está en nuestros genes, y por ende nuestra búsqueda de trascendencia y
espiritualidad está contenida en nuestro código genético. Es asombrosa entonces
la evocación de Teilhard de Chardin cuando en su libro El fenómeno humano habla
de la sacralidad de la materia, de cómo el alma es el elemento subjetivo de
nuestra sagrada carnalidad.
Lo Sagrado y lo Profano
En general el hombre llama
sobrenatural, a todo aquello que no tiene explicación perceptible a través de
los sentidos físicos o llamados biológicos (vista, tacto, oído, olfato y gusto)
pero que si puede ser presentido, intuido o vislumbrado por otros mecanismos de
percepción eminentemente psíquicos. Aunque el Maestro Mircea Elíade para
explicar la religiosidad, parte de la confrontación entre lo sagrado y lo
profano, nosotros (sin contradecir al Maestro) lo ponemos de la siguiente
manera. Elíade al utilizar una metodología científica para estudiar el fenómeno
religioso, necesita partir de lo definido, de lo definible, de la definición
para establecer que lo religioso es aquello que se le contrapone: “Todas las
definiciones del fenómeno religioso dadas hasta ahora presentan un rasgo común:
cada definición opone, a su manera, lo sagrado y la vida religiosa a lo profano
y la vida secular.” Cosa que por otro lado y a su parecer se complica pues es
muy difícil establecer una línea divisoria (especialmente en el hombre antiguo,
en donde todo, o casi todo era sagrado) entre lo sagrado y lo profano.
Aunque es una audacia de mi parte, yo
siento que la sacralidad o la profanidad de los objetos o de ciertas
experiencias, la aporta el ser humano: es el cómo percibimos y nos relacionamos
con la realidad universal lo que reviste a la vivencia de percibirla como sagrada
o profana. De manera común, todo aquello que es percibido por los sentidos
físicos (lo visible o manifiesto) constituirá una vivencia que el hombre ha
venido llamando como realidad natural, tangible, verificable, material. En
cambio toda experiencia con las realidades que no rebasan, en donde esté
involucrada lo sustancia psíquica e incluso para-psicológica del ser humano,
será llamada sobrenatural. Creo fielmente que lo sagrado, (sea un objeto, un
lugar, un hombre consagrado, un rito o un símbolo) es aquello que es vivido y
experimentado a través no solo de los sentidos llamados físicos, si no también
donde están involucrados los mecanismos de percepción de orden como dijimos
emocionales, intuitivos, afectivos o llamados paranormales. Es todo aquello que
podemos percibir más allá de nuestra limitada realidad física-espacio-temporal.
Como hemos dicho, la experiencia
religiosa y por ende lo sagrado, es un fenómeno que se produce en el ámbito
psíquico del ser humano, su existencia es una existencia puramente psíquica o
intrapsíquica como decía el Maestro Jung, o dicho de otra manera, esa otra
realidad que nos rebasa, que nos abarca, es una realidad intangible a los
sentidos físicos, pues es una realidad que pertenece a un orden y a una
inteligencia que solo puede ser percibida por aquella sustancia humana que
participa y resuena con su verdadera naturaleza: el alma. Cuando se integra en
la consciencia esta visión que nos religa a la realidad total o universal,
todos los actos serán sagrados, pues respetará la armonía implícita en dicha
vinculación. Por el contrario cuando se rompe ese equilibrio por exceso de ego
y una visión muy parcial de una parte de la realidad (la física, la más
inmediata) constituirá una experiencia profana, que no tendrá en cuenta la totalidad,
si no la parcialidad. Es pues el alma conformada del ser humano, el alma
trasmutada, la psique integrada a través del proceso de individuación, quien
marcará la pauta entre lo sagrado y lo profano.
Las Hierofanías
Religión (religio) del latín religare o
atar, vincular, unir… Cicerón aclaraba que más que religare, religio venía del
verbo latino religere que significa el cuidado, la observación y la vigilancia
extrema que se hace de los rituales extraordinarios que ejecuta el ser humano
para significar eventos importantes de la vida no como una vivencia unilateral
del hombre, si no como una dinámica vivencial que involucra la realidad en su
totalidad: los sacrificios, los bautizos (o rituales de agua o de fuego), los
rituales de entrada y salida de las estaciones, la celebración de los
nacimientos y los ritos funerarios.
Como no somos amigos de las
definiciones, hablaremos más bien de nuestro sentir personal y en especial
sobre lo que llamamos sentimiento religioso. Haciendo una crónica sensible de
nuestra propia experiencia, podríamos decir que el sentimiento religioso surge
de las certezas inamovibles que nos producen una revelación o una manifestación
de una realidad que nos trasciende como seres existentes… vale decir de aquello
que trasciende nuestra vida en su contexto universal o cósmico y en sus
extremos conocidos y de inmediata precepción como lo son el nacimiento y la
muerte.
Este sentimiento, que encierra nuestro
asombro por la certeza que nos produce la revelación de ser parte integrada de
un todo, de que ese todo es una realidad que no es solamente nuestra realidad
individual y que pareciera ser fugaz por tener un inicio y un fin manifiesto
con nuestra muerte (la realidad inmediata del hombre es asimilada a su vida),
es a su vez expresado por nosotros como seres humanos, de múltiples maneras a
pesar de que lo que se quiere expresar en principio es único e inalterable para
todos los humanos.
El nacimiento y la muerte pues, así
como el transcurso mismo de la vida que se encuentra contenida en estos
extremos conocidos, marcarán una certeza inicial de que hay algo antes del
inicio de nuestra propia existencia con el nacimiento y en consecuencia hay
algo que persiste aún después de que esa existencia se termina (por lo menos en
términos biológicos). Lo anterior es sin duda una certeza, por demás
verificable de manera perceptible, pues cuando un ser humano nace, lo hace en
un mundo preexistente y al morir observamos como ese mismo mundo persiste y se
mantiene a pesar de la salida individual del ser humano que ha muerto.
Esta verdad, esta certeza es pues
universalmente y unívocamente percibida, mas sin embargo, el sentimiento que
ello produce (el sentimiento religioso en este caso) no es sentido ni
manifestado externamente de la misma manera por las diferentes culturas humanas
que han existido a través del tiempo. Cada cultura celebra los nacimientos de
manera diferente, al igual que ocurre con los rituales funerarios con que se
celebra la muerte, los ritos agrarios, estacionales, matrimoniales, de purificación
o de iniciación en los misterios de la creación.
Las verdades esenciales, universales e
inamovibles (y porqué no los arquetipos universales que se encuentran en el
inconsciente?) que nos han sido reveladas y que nos religan a un todo mayor es
lo que llamamos el aspecto Esotérico de la religión. Estos aspectos son
asombrosamente comunes en toda explicación de orden religioso o sobrenatural
del mundo y del hombre. Sin embargo hemos visto que el sentimiento religioso se
expresa de múltiples maneras por el hombre y en este sentido podemos encontrar
mucha variedad en la visión reveladora o la manifestación de esa realidad total
que nos trasciende y que podemos llamar divinidad. Estas manifestaciones
constituyen el aspecto exotérico de las religiones y que el Maestro Mircea
Elíade llamó Hierofanías, o modalidades de lo sagrado.
Las Epifanías
Si el ser humano expresa el sentimiento
religioso de múltiples maneras (las modalidades de lo sagrado), es decir la
parte exotérica de la religión a través de la Hierofanías , cuando es
la divinidad, el Ser, el Creador, la energía primordial, o como lo queramos
llamar, quien se manifiesta al hombre, estamos hablando de las Epifanías. Es
aquella realidad total y universal que se hace manifiesta de manera revelada y
extraordinaria al hombre. Aquí cabría una perfecta similitud con los postulados
Junguianos, en cuanto a que los arquetipos universales del inconsciente
colectivo, se integran en la consciencia del hombre para que en todo caso este,
a través del proceso de individuación, y una dinámica de trascendencia, se sepa
formando parte del todo. Así como Jung concebía al fenómeno religioso como una
Hierofanía de naturaleza psíquica, el resultado de la integración de esos
arquetipos universales del inconsciente colectivo en la consciencia individual
del hombre, es a su vez lo que yo llamaría una Epifanía de orden psíquico.
Ya no será pues el hombre quien a
través de rituales y ceremonias exteriorizara su versión de la religiosidad.
Será aquello trascendente y universal, La Divinidad , quien se le manifestará de manera
intensa. Desde la propia presencia sobrecogedora de la naturaleza y del cosmos
para el hombre primitivo, el Nirvana de Buda, Los ángeles del antiguo
testamento, Moises en el monte Sinaí y la zarza ardiente, los profetas, las
visiones sagradas, las anunciaciones, la encarnación, el nacimiento y el
bautismo de Jesús, y la revelación que le hace el arcángel Gabriel a Mahoma se
ha mantenido una constante dinámica de manifestación y revelación de aquello
que está más allá de nuestra realidad visible o inmediata del mundo. Se trata
en este caso de una experiencia directa con lo inefable a través ya no de la
acción unilateral del hombre, si no de la manifestación directa, de la
presencia inequívoca de esa realidad total a través de la revelación a seres
escogidos (chamanes, profetas, vírgenes y hombres sagrados).
El Maná y la Simbología Religiosa
Maná (hebreo:מן), según el libro del
Éxodo, era el alimento enviado por Dios todos los días durante la estadía del
pueblo de Israel en el desierto. Todos los días menos el sábado, por lo cual
debían recolectar doble ración el viernes. También se encuentran referencias en
midrashes judíos que el maná tenía el sabor y la apariencia de aquello que uno
más deseaba. El maná también se menciona brevemente en el Corán, en las azoras
al-Baqara, al-Araf, y Ta ha, mencionando la fuente divina del maná como uno de
los milagros con los cuales Dios favoreció a los israelitas…
Existe en casi toda explicación
religiosa de la relación del hombre y el universo creado, un elemento
conectivo, una fuerza vinculadora que se conforma por la presencia de esas
mismas energías primordiales en el ser humano. De manera muy especial, esta
visión de la fuerza que vincula a todo lo creado a través de las emanaciones de
lo creante, se encuentra en las expresiones religiosas asiáticas y polinesias.
La palabra Mana (curiosamente de origen melanesio) se encuentra en casi todas
las escrituras sagradas, casi con la misma significación e incluso con la misma
pronunciación fonética. El acto grandioso de la creación cósmica no ha sido
posible más que por el Mana de la Divinidad. El Mana es para los melanesios una
fuerza misteriosa y activa que posee la divinidad o el principio creador del
universo, pero que también poseen algunos hombres. La noción de que algunos
hombres son los elegidos, los ungidos por poseer el mana divino, aparece de
manera asombrosa en casi todas las religiones.
Hemos partido de este símbolo que
religa lo visible con lo invisible, lo creado con lo creante, pues ilustra la
universalidad arquetípica de los símbolos religiosos. Si comparamos la parte
inalterable de las religiones (su aspecto esotérico) veremos cómo existe una
resonancia arquetípica en toda la simbología que las contiene. Desde la piedra
sagrada, el árbol de luz, lo nacido de las aguas, la gran Diosa, los Mitos
Solares, los ritos agrarios y estacionales, la sacralidad vegetal y el Eterno
Retorno, están repetidos en su simbología en todas las descripciones de la
experiencia religiosa del ser humano. El simbolismo de las religiones es
bastante similar entre sí: el acto de la creación en siete etapas, la luz y las
tinieblas, el caos y la forma, la lucha entre el bien y el mal, la serpiente,
el diluvio universal, la concepción en estado virginal, la resurrección y el renacimiento,
son comunes a muchas religiones.
Diríamos incluso para satisfacción del
Maestro Jung, que la simbología religiosa está unida de manera por demás
asombrosa a los arquetipos comunes del inconsciente colectivo. La vivencia
religiosa está en todo caso plena de fenómenos simbólicos de expresión del
inconsciente colectivo universal como culminación y respuesta real y verdadera
a la necesidad humana de búsqueda, de encuentro, de sentido y trascendencia.